El desorden no nos afecta a todos por igual. Mientras algunas personas pueden convivir con cierto caos sin mayor problema, otras sienten una incomodidad intensa que incluso llega a generar ansiedad. La explicación no está solo en la estética o en la costumbre, sino en factores psicológicos como la necesidad de control, la sensibilidad a la sobreestimulación o el perfeccionismo. Por eso, entender qué hay detrás de esta reacción nos ayuda a diferenciar cuándo se trata de una preferencia personal y cuándo puede convertirse en un problema que impacta en el bienestar emocional y la vida diaria.
¿Por qué a algunas personas les afecta más el desorden que a otras?
Tal y como nos explica Luis Guillén Plaza, psicólogo general sanitario en Psicopartner, esto puede deberse a varios motivos:
La flexibilidad psicológica. Hay personas que son más flexibles y que toleran mejor el desorden. Mientras hay otras que tienen dificultad para tolerarlo.
Personas altamente sensibles (PAS). Se trata de personas que son extremadamente sensibles a la sobreestimulación. Por lo que ver el desorden puede resultar insoportable.
Conducta aprendida. Hay personas que durante su infancia han aprendido que el desorden está mal visto y que tienen que realizar conductas para ordenarlo.
Hay personas para las que la falta de orden puede generar ansiedad al percibirse como una señal de descontrol o falta de recursos.
Qué hay detrás de esta sensación incómoda
Es importante, además, valorar qué mecanismos psicológicos están detrás de esa incomodidad. En opinión del psicólogo, son, sobre todo, dos:
Necesidad de control: para algunas personas, el orden está directamente asociado a la seguridad y la estabilidad. Organizar el entorno se convierte en una forma de regularse emocionalmente. La falta de orden, por el contrario, puede generar ansiedad al percibirse como una señal de descontrol o falta de recursos.
Activación de alerta: cuando el entorno está caótico, el cerebro interpreta que “hay asuntos pendientes”, lo que desencadena inquietud, sensación de inseguridad o hipervigilancia.
Relación con el perfeccionismo
Hay un aspecto de la personalidad que está vinculado a que el desorden nos moleste más o nos genere cierta sensación de incomodidad, y es el perfeccionismo. “El malestar ante el desorden puede estar relacionado con rasgos de personalidad centrados en el control, siendo el perfeccionismo uno de ellos”, confirma el experto. Así, nos explica que el perfeccionismo se caracteriza por estándares extremadamente altos y baja tolerancia al error.
¿En qué momento se convierte en un problema psicológico?
Para el experto, el orden en sí no es negativo. De hecho, tener rutinas de limpieza es saludable. Pero sí que nos detalla que se convierte en un problema cuando:
La preocupación se alarga en el tiempo y se vuelve constante.
Empieza a interferir y afectar varios contextos (casa, trabajo, relaciones).
Provoca ansiedad intensa, insomnio, discusiones frecuentes o evita que la persona disfrute del día a día.
La persona siente que tiene que ordenar para poder calmarse, y no puede posponerlo.
El hecho de la limpieza o el orden al final provoca problemas de salud.
En personas ya sensibles o con mucha carga de estrés, el desorden puede intensificar irritabilidad, cansancio emocional y sensación de descontrol.
Vivir en un entorno desordenado
Teniendo todo esto en cuenta, nos planteamos, además, qué impacto puede tener vivir en un entorno desordenado sobre el bienestar emocional y la capacidad de concentración. Luis Guillén considera que puede generar lo siguiente:
El desorden visual actúa como ruido cognitivo, dificultando mantener la atención.
Aumenta la sensación de carga mental: cada objeto fuera de lugar recuerda algo pendiente.
Puede elevar los niveles de estrés y hacer que la mente se sienta saturada.
En personas ya sensibles o con mucha carga de estrés, el desorden puede intensificar irritabilidad, cansancio emocional y sensación de descontrol.
Cuando llega a ser un TOC
Como decimos, el problema es cuando se llega al límite, y pasa de ser una molestia que podríamos calificar de normal para rozar incluso un posible Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Las claves de ese límite son las siguientes.
Molestia normal:
La persona prefiere el orden, pero puede vivir con desorden temporal.
No hay pensamientos catastróficos.
Puede dejar tareas para después sin angustia intensa.
TOC (Trastornos obsesivos compulsivos):
Aparecen pensamientos intrusivos que generan ansiedad (“si no está perfecto, algo malo pasará”).
La persona siente una urgencia irresistible de ordenar o limpiar.
Las conductas son rígidas, repetitivas y consumen mucho tiempo.
Interfieren en la vida diaria. (Hola.com).












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