Somos adictos a las emociones vinculadas al estrés. Nos acostumbramos a sentir siempre lo mismo: miedo, enojo, tristeza, ansiedad, rencor… Según nuestra propia historia, las células de nuestro cuerpo llegan a depender de esa química. Esa idea fue propuesta por Candace Pert, la reconocida neurocientífica y farmacóloga estadounidense. Ella fue pionera en estudiar los neuropéptidos.
Recientemente, el psicólogo clínico especializado en fobias, estrés postraumático y trastornos de ansiedad, Juan Lucas Martín, ha hablado de esto en el pódcast Mentalidad Seiko. Se trata de un programa vinculado a una comunidad virtual integrada por más de dos millones de personas, que se deriva al mismo tiempo del conocido Método Seiko, un sistema de desarrollo personal que combina organización, hábitos conscientes y estrategias de autoevaluación para diseñar una vida equilibrada y orientada a objetivos. Su enfoque práctico ofrece herramientas como rutinas, cuestionarios y planificación diaria para transformar hábitos y mentalidad.
Juan Lucas Martín explica que «muchas emociones negativas se repiten no por elección, sino por adicción química de tu cuerpo». Asegura que «cuando sientes miedo, enojo o ansiedad, generas químicos que tus células aprenden a necesitar como una droga». Y cuenta que, «sin darte cuenta, buscas situaciones que te generen esas emociones solo para satisfacer esa necesidad interna». Sin embargo, el psicólogo explica que no todo está perdido.
Nos hemos puesto en contacto con la psicóloga Ana Galán, psicóloga especialista en trauma y gestión emocional, y le hemos consultado por qué a veces repetimos emociones como el miedo o el enojo, aunque nos hagan sentir mal. ¿Es verdad que podemos «acostumbrarnos» a ciertas emociones y buscarlas sin darnos cuenta? La experta nos ha explicado que «repetimos esas emociones porque el cerebro no distingue entre lo que es bueno y malo para nosotros; distingue lo que es conocido y lo que es desconocido».
«Cuando una emoción se ha activado muchas veces (como el miedo, la preocupación o el enfado) el cerebro crea una especie de autopista neuronal por la que es muy fácil volver a pasar», explica la psicóloga. Nos cuenta que «el cerebro es vago: siempre quiere tomar el camino de menor esfuerzo, el camino que ya conoce. Y si lo que más ha conocido es la alerta, la preocupación o el enfado, tenderá a ir ahí, aunque no sea lo que nos haga sentir mejor». (Hola.com).











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