Es una sensación incómoda y hasta preocupante. Es difícil que te sientas lleno cuando comes, lo que hace que consumas demasiados alimentos, probablemente muy rápido, con el consecuente malestar y hasta culpa, sobre todo si tienes sobrepeso. Tener hambre es como un pecado, sobre todo si es una constante.
La verdad es que, esa dificultad para sentirte satisfecho o satisfecha la sensación de hambre casi permanente, pueden responder a varios factores, que nada tienen que ver con falta de voluntad, o cualquier otra idea generada por la intensa cultura de las dietas. Es posible que no estés deshidratado, como también puede haber un desequilibrio hormonal. Veamos.
Para empezar, la sensación de hambre constate puede hacerse presente por un desequilibrio en la alimentación; quizás estás comiendo pocos carbohidratos adecuados, y demasiados azúcares y pocas proteínas, las cuales son esenciales no solo para el funcionamiento del organismo, sino para mantenernos llenos por más tiempo. Así como también puede deberse a otras condiciones de salud, como la diabetes. Así lo explica en un artículo la nutricionista Tatiana Zanin, quien agrega que la deshidratación también puede confundirse con hambre.
Además, el estrés puede conducirnos a comer en busca de una vía para lidiar con la ansiedad y, por otra parte, los desórdenes en el dormir son determinantes, pues unos buenos hábitos de sueño contribuyen también a mantener en equilibrio el ritmo circadiano, en el cual se establecen horarios regulares de sueño y alimentación, así como de hambre y saciedad, pero sobre todo, la falta de sueño puede afectar las hormonas que regulan el apetito, lo cual puede generar un aumento de la sensación de hambre y retardar la sensación de llenura.
Aunque no suena tan común como la resistencia a la insulina, existe una condición en la que la leptina, hormona secretada por el tejido adiposo, no cumple su función que es básicamente avisarle al cerebro que has comido lo suficiente y estás lleno. Y es por eso que se le conoce como la hormona de la saciedad. De esta manera, si la leptina no está funcionando como debe, es posible que aun cuando ya has comido, sientas hambre y vuelvas a comer.
La leptina, que es una proteína, llega al torrente sanguíneo cuando los niveles de grasa aumentan, y avisa al cerebro que hay que reducir el apetito y aumentar el gasto energético. Su papel tiene gran impacto, entonces, en el tema del control del peso puesto que su concentración es mayor en individuos con sobrepeso que en los delgados, con lo cual la leptina se queda transitando por el organismo, incapaz de llegar a su destino para comunicar que hay que parar la ingesta de alimentos.
De hecho, el doctor Stewart Parnacott, especialista del Baylor College of Medicine en Georgia, Estados Unidos, dice a Readers Digest que “a diferencia de otros problemas bien conocidos relacionados con el peso, como la resistencia a la insulina en la diabetes, la resistencia a la leptina a menudo pasa desapercibida, lo que dificulta que las personas identifiquen la causa subyacente de sus problemas de peso” y menciona que este es un problema metabólico complejo influenciado por la genética, factores del estilo de vida y desequilibrios hormonales.
Ahora bien, cómo se puede diagnosticar y mejorar, es un gran reto. En primer lugar, no es un diagnóstico común, aunque cada vez más especialistas lo contemplan; y segundo no hay alimentos o suplementos con sólido respaldo científico que la equilibre. Sin embargo, tratar de mantener buenos hábitos de alimentación, así como de estilo de vida en general, incluyendo incorporación de actividad física frecuente a la rutina y dormir lo suficiente, pueden ayudar.
Sobre todo, es esencial discutir los síntomas que parezcan más insignificantes con el médico. Muchas veces asumimos que simplemente somos glotones, o no tenemos disciplina, ni fuerza de voluntad para parar de comer, y resulta que podríamos estar ante una situación como esta que puede afrontarse con éxito con la asesoría médica adecuada. (Yahoo/vida y estilo).