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En toda relación, ya sea de pareja, amistad o familiar, el modo en que nos comunicamos marca profundamente la calidad del vínculo. Sin embargo, no todas las personas se expresan de la misma manera. Algunas tienden a decir lo que piensan sin filtros, otras evitan el enfrentamiento a toda costa. Y estas últimas, que eligen callar para evitar conflictos, forman un perfil que la psicóloga Lara Ferreiro conoce muy bien. Por ello, nos explica por qué ocurre este comportamiento, qué consecuencias tiene y, sobre todo, cómo se puede cambiar.
Los tres estilos de comunicación: agresivo, sumiso-pasivo, asertivo
«Existen tres grandes estilos de comunicación», explica Lara Ferreiro. «El primero es el agresivo, lo representan los leones, esas personas a las que les encanta el conflicto y dicen todo lo que piensan. El segundo es el sumiso pasivo, los ratoncitos, que se callan o dicen lo que creen que el otro quiere oír. Y, por último, están los asertivos, los delfines, que ni pisan ni se dejan pisar». En este caso hablamos de los ‘ratoncitos’, es decir, de esas personas que, por diversos motivos, reprimen lo que sienten.
Por qué algunas personas prefieren callar
Detrás del silencio hay miedo. «Muchas personas temen expresar lo que sienten por miedo al rechazo o al abandono. Creen que, si se callan, no les van a dejar. Es una estrategia inconsciente para mantener vínculos, aunque sea a costa de su bienestar», afirma la experta.
En otros casos, el origen está en la infancia. «Han crecido en entornos donde se han vivido gritos, rupturas, violencia… y han aprendido que es mejor callar. Puede haber incluso trauma intergeneracional, con madres o abuelas sumisas que transmitieron ese patrón».
A veces también hay una carencia de habilidades comunicativas. «Son personas que no saben cómo abordar un tema, y eso les genera tanta ansiedad que prefieren callarse». Y también pesa el «qué dirán»: «Creen que, si dicen lo que piensan, van a parecer bordes, chulas… Estas creencias limitantes les bloquean».
Altamente sensibles y ansiosos: los que más evitan el conflicto
Según la experta, hay personas que son especialmente sensibles al conflicto, como las PAS (personas altamente sensibles). «Su cerebro reacciona con mucha intensidad al estrés. Yo misma soy una de ellas. A mí me genera tensión el conflicto, aunque intento decir lo que pienso de una manera cariñosa”. Estudios como los de la Universidad de Harvard confirman que estas personas tienden a evitar confrontaciones.
«También ocurre en quienes tienen ansiedad social, trastornos de ansiedad no tratados o apego evitativo, que se alejan emocionalmente para protegerse». Es un mecanismo de defensa que se ve tanto en hombres como en mujeres, aunque, según la experta, los hombres suelen tener más tendencia a este apego evitativo.
Un aprendizaje desde la infancia
Como explicaba la experta, callarse puede ser una estrategia aprendida desde muy temprano. «Muchos vienen de familias con tabúes emocionales, donde no se hablaba de los problemas. O han tenido padres autoritarios o ausentes. Todo esto condiciona mucho». Ferreiro también se refiere al «refuerzo del silencio»: cuando callarse evita un conflicto, el cerebro lo interpreta como una estrategia válida.
Las consecuencias de callarse demasiado
Tenga el origen que tenga, callarse de forma sistemática tiene efectos devastadores. «Lo primero: acumulación emocional. Todo lo que no dices, se queda dentro, y en algún momento explota. Puede dar lugar a explosiones de ira, insomnio, ansiedad…».
También hay una pérdida de identidad. «Si te callas siempre, renuncias a quién eres. Dejas de tener personalidad propia». Esa represión emocional puede derivar en somatizaciones: «dolores musculares, problemas digestivos, enfermedades psicosomáticas».
Se puede cambiar: la clave está en la terapia
La buena noticia, según Lara Ferreiro, es que este patrón se puede cambiar. «No es algo innato, sino aprendido. Y es uno de los motivos de consulta más frecuentes en terapia. Se puede trabajar con terapia cognitivo-conductual: cambiando creencias limitantes, subiendo la autoestima, mejorando la inteligencia emocional».
La psicóloga apuesta firmemente por el asertividad. «Es un entrenamiento. Aprender a decir lo que piensas y poner límites. Yo soy fan total. El autorespeto empieza por saber decir que no. Y se puede aprender en pocas semanas».
¿Cómo ayudar a alguien que siempre calla?
Las personas que están alrededor de la que siempre calla y cede también pueden ayudarla. ¿Cómo? Creando espacios seguros donde esa persona pueda hablar. Validar sus emociones con frases como «te entiendo», hacer preguntas abiertas, sin presionar. No hay que hablar por ellos, sino acompañar su proceso. Y dar ejemplo, mostrando cómo se pueden poner límites de manera sana. Reforzar cada avance y tener paciencia. Los cambios llevan tiempo.
Qué puede hacer uno mismo
Hay varias herramientas que ayudan a romper este patrón:
Iniciar un proceso de terapia individual.
Practicar la autoobservación y cuidar el lenguaje interno. Por ejemplo, si alguien se cuela en la cola del supermercado, en lugar de pensar «ya me están vacilando», puedes decirte: «vale, poco a poco voy a poner límites», y decir: «perdona, la cola está detrás».
Aprender a decir que no en cosas pequeñas. Sustituir frases autocríticas por otras como «tengo derecho a decir lo que pienso».
Utilizar técnicas como la del «disco rayado»: repetir el mismo mensaje sin justificarse. Por ejemplo: «lo siento, no te puedo dejar el coche».
Usar el WhatsApp para ganar tiempo. Si alguien te pide algo que no puedes conceder, como prestarle dinero, responde más tarde con un mensaje claro: «lo siento mucho, no te lo puedo dejar». Así evitas decir que sí en el momento por presión.
También se puede utilizar este canal para expresar cosas que no dijiste en persona: «oye, esto que dijiste delante de la gente me hizo sentir mal. Te pediría que no volviera a ocurrir».
¿Cuándo pedir ayuda profesional?
Cuando sientas ansiedad, insomnio, dolores físicos sin explicación aparente. Si hay aislamiento social por evitar conflictos. Si te culpas por hablar o por callar. Si repites el mismo patrón en todas tus relaciones y te sientes invisible o maltratado. Cuando hay traumas no resueltos o explosiones de ira incontroladas. Todo eso es señal de que necesitas ayuda. (Hola.com).
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