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El príncipe Felipe, el esposo de la reina Isabel II y una figura relevante en la familia real británica durante casi siete décadas, murió a los 99 años, dijo el viernes el Palacio de Buckingham.
El Duque de Edimburgo, como era conocido oficialmente, estuvo al lado de su esposa durante los 69 años de su reinado, el más largo en la historia británica, durante el cual se ganó una reputación de ser una persona dura, con una actitud sensata y una propensión a los deslices ocasionales.
«Es con profundo pesar que Su Majestad la Reina anuncia la muerte de su amado esposo, Su Alteza Real el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo», informó el palacio en un comunicado.
«Su Alteza Real falleció pacíficamente esta mañana en el Castillo de Windsor. Se harán más anuncios a su debido tiempo. La Familia Real se une a personas de todo el mundo para lamentar su pérdida».
Felipe, quien era un príncipe griego, se casó con Isabel en 1947 y jugó un papel clave en la modernización de la monarquía en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Detrás de las paredes del Palacio de Buckingham, fue la persona a la que la reina acudía y en quien confiaba.
«Él fue, simplemente, mi fortaleza y apoyo durante todos estos años», declaró Isabel en un tributo inusualmente personal a Felipe en un discurso por el 50 aniversario de bodas en 1997.
Felipe pasó cuatro semanas en el hospital a principios de este año para tratar una infección para un procedimiento cardíaco, pero regresó a Windsor a principios de marzo.
Su encanto y poca disposición a tolerar a quienes lo veían como un tonto y obsecuente le valió una posición de respeto entre algunos británicos. Pero para otros, su comportamiento les parecía grosero, frío y terreno fértil para los editores de diarios, ávidos por detectar cualquier comentario fuera de lugar en los eventos oficiales.
El exoficial de la Marina reconoció que le resultó difícil abandonar una carrera militar que amaba y asumir el papel de consorte de la monarca, por el cual no tenía ningún rol constitucional claro.
En privado, era visto como el indiscutido jefe de su familia, pero el protocolo obligaba al hombre apodado «el segundo apretón de manos» a pasar su vida pública literalmente un paso detrás de su esposa.
«No tenía precedentes. Si le preguntaba a alguien ‘¿qué esperas que haga?’, todos se quedaban en blanco, no tenían idea, nadie tenía mucha idea», recordó Felipe en una entrevista al cumplir 90 años. (Reuters).
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