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El sufrimiento es una experiencia universal, inevitable en algunos aspectos de la vida y, sin embargo, evitable en muchos otros. En Adiós al sufrimiento inútil, el psiquiatra Javier García Campayo invita a reflexionar sobre cómo distinguimos entre el dolor que no podemos cambiar —la enfermedad, la vejez, la pérdida— y ese otro que nos imponemos con expectativas, etiquetas o exigencias desmedidas.
¿Qué le lleva a hablar sobre sobre algo que al final todos pasamos en algún momento en la vida que es sufrir, el sufrimiento?
El libro es una especie de segunda parte de un libro previo que había escrito, Parar para vivir mejor, en el que se describen las técnicas más utilizadas para manejar el sufrimiento, como pueden ser mindfulness, compasión, aceptación, etcétera. En este segundo libro, aprovechando también de la experiencia de años de terapia, docencia, investigación, etcétera, lo que describo son los tipos de sufrimiento y cómo abordarlos con dichas técnicas, pero me centro más en los sufrimientos, no tanto en las técnicas como en el primer libro.
¿Hay diferentes maneras de abordarlo en función de si es inútil o útil?
El inevitable, el relacionado con la vejez, la enfermedad y la muerte, solo se puede trabajar con aceptación. Es algo que va a ocurrir. No se puede hacer nada con ello. Pero hay otros sufrimientos, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con las relaciones interpersonales, el que se produce por recordar el pasado o por prevenir el futuro, todo el sufrimiento que tiene que ver con etiquetas con las que nosotros nos identificamos e intentamos defender ante los demás… Todo eso es un sufrimiento que se produce en nuestra mente y se puede evitar, se puede diluir con técnicas que se utilizan en nuestra mente. Podría eliminarse casi totalmente y se calcula que es un 80 % del total de sufrimiento. El inevitable, hay que aceptarlo.
¿Piensa que hoy sufrimos más que han podido sufrir generaciones anteriores?
Es una gran pregunta y lo que la ciencia piensa es que sí. Hay una especie de contradicción, de absurdo, porque nuestros abuelos tenían mucho menos desarrollo tecnológico, y su vida era más dura. Era todo mucho más complicado. Sin embargo, en general, eran bastante más felices que ahora que hay más desarrollo tecnológico. De hecho, ese fenómeno de que cada generación tiene más sufrimiento estuvo muy en boga hace 20 o 30 años, se llamó efecto cohorte. Es decir, cada cohorte, cada generación, tiene más sufrimiento.
Cuando el dolor y el sufrimiento es muy grande, uno tiene menos recursos para poder gestionarlo.
Tenemos que aplicarnos quizá lo de que no hay nada que dure eternamente, ni siquiera el sufrimiento
Exactamente. Eso que es así, absolutamente cierto, a alguien que está sufriendo le cuesta verlo. De hecho, efectivamente es uno de los aspectos también más sanadores, decir, bueno, como dice el refrán castellano ‘no hay mal que 100 años dure’. Nunca es para siempre, siempre podemos recuperarnos. Pero claro, en ese momento en el que uno está tan mal, sí que piensas que eso va a durar para siempre.
¿Qué factores pueden influir en que haya personas que afrontan mucho mejor el sufrimiento y el dolor que otras?
Yo diría que muchos de ellos son aprendibles. Por ejemplo, el sentido de la vida es muy útil. Aspectos como la aceptación, que en Occidente está muy mal entendida, pero la aceptación solo se aplica sobre lo que no se puede cambiar. Esto es muy importante, porque la gente siempre la confunde con resignación. La aceptación es sobre lo que no se puede cambiar, no pelearse con ello, porque no lo puedo cambiar. Por ejemplo, la muerte de alguien no es algo que yo pueda cambiar. Entonces no tiene sentido que esté machacándome con un duelo crónico. Tengo que aceptarlo y así facilitar la aceptación.
¿Qué espera que se lleve el lector que tiene su libro entre sus manos?
Creo que le va a permitir una reflexión importante de cómo podemos nosotros esculpir de alguna forma nuestras vidas para tener mucho menos sufrimiento. Recuerdo que cuando estudiaba Psiquiatría, hubo un momento en que estuve a punto de tirar la toalla, porque veía mucho sufrimiento alrededor. Pero me animó darme cuenta de que la mayor parte del sufrimiento es evitable. Es decir, de alguna forma nosotros, sin querer, nos lo producimos. Y si nos damos cuenta de cómo nos lo producimos, podemos desmontar ese sufrimiento. Entonces, lo que espero que un lector vea es que él mismo, con un pequeño entrenamiento, puedo disminuir mucho su sufrimiento, porque la vida es maravillosa, vale la pena, pero algo de sufrimiento va a haber. Si lo podemos gestionar, pues vamos a ser mucho más felices nosotros y nuestro entorno.
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