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Me miro al espejo y veo mil defectos, no lo puedo evitar. Cada día agrego uno más: más arrugas, estoy muy irritable y molesta, la grasa se ha convertido en una “okupa” de mi cuerpo. ¿Dónde está mi yo? ¿Cuánto hace que no tengo uno de esos días en los que irradio luz y me siento plena? Me he pasado mis años de adolescencia y mis treinta luchando contra mi cuerpo. ¿Cómo es posible que haya llegado hasta aquí con esta autocrítica? Si todo ese diálogo interno que tenemos se lo dijeras a una planta, no aguantaría ni dos días.
Como explica Lisa Mosconi en su libro The Menopause Brain, “El verdadero problema es que no se originan en absoluto en los ovarios. Son iniciados por otro órgano completamente distinto: el cerebro. Estos son, de hecho, síntomas neurológicos que provienen de las formas en que la menopausia cambia el cerebro. Por mucho que tus ovarios tengan su papel en este proceso, es tu cerebro el que está al volante.”
Reescribir lo que entendemos por autoestima
Culturalmente, se nos enseñó que tener autoestima era algo casi vanidoso, asociado a lo físico o al ego. Pero en realidad, la autoestima es el acto más profundo de autoconocimiento y de autorrespeto. Es el conjunto de creencias, percepciones y pensamientos que tenemos acerca de nosotras mismas y que hemos forjado a lo largo de los años.
La entrega constante a la que en las últimas décadas estábamos acostumbradas, impulsada —biológicamente— por nuestros propios niveles de estradiol, el estrógeno dominante en la etapa fértil, no solo preparaba el cuerpo para gestar, sino que también nos hacía más empáticas, más disponibles, más orientadas hacia nuestro alrededor.
En la perimenopausia y la menopausia, el estradiol disminuye, y lo que empieza a predominar es la estrona (E1). No es un estrógeno peor, es otro. Tiene una energía distinta: más introspectiva, menos impulsiva, más estable y vinculada a la sabiduría. Es el tipo de estrógeno que acompaña un nuevo estado vital, ya no gira en torno a los demás, sino en torno a lo esencial.
Mel Robbins lo dice claro en su libro La otra mitad de tu vida: “Hay un momento en el que tu cuerpo ya no puede más, pero tu alma te pide que empieces de verdad.” Y ese momento suele llegar justo aquí, en mitad de esta transición.
¿Microbiota y autoestima? ¿En serio?
Pocas veces se habla de la relación entre autoestima y microbiota, pero en la menopausia es clave. Porque la autoestima no es solo mental, también es profundamente biológica. Gran parte de los neurotransmisores que regulan cómo nos sentimos con nosotras mismas —como la serotonina, la dopamina o el GABA— se producen o se modulan en el intestino. Si la microbiota intestinal se desequilibra, como suele ocurrir en la perimenopausia, eso afecta directamente nuestro estado emocional, nuestra claridad mental y también a la manera en la que nos percibimos.
¿Por dónde empiezo?
Pon el foco en el autoconocimiento, la mirada interior, el propósito de vida, los valores y la espiritualidad, todos ellos componentes esenciales para fortalecer la autoestima. Te recomiendo el libro Vivir con sentido (Roca Editorial, 2025), de María León, que ofrece una mirada integradora: a través de sus reflexiones invita a reconectar con una misma y a encontrar un sentido más profundo en la vida.
Imprescindibles e innegociables
Ritmo circadiano: Dormir entre 7 y 8 horas en completa oscuridad. Evita pantallas por la noche y busca la luz natural por la mañana. Exponte al sol al menos media hora al día para regular tu reloj interno y mantener niveles adecuados de vitamina D.
Proteína limpia en cada comida: Fundamental para mantener músculo, energía y neurotransmisores. Incluye huevos, pescado azul, carnes ecológicas, tofu o legumbres si las toleras bien.
Estabilidad glucémica: Reduce los picos de azúcar. Combina carbohidratos con grasas buenas y fibra. Cenar temprano también ayuda a equilibrar el metabolismo y el descanso.
Fibra prebiótica, probióticos, polifenoles y alimentos reales: Favorecen tu microbiota, eliminan toxinas y reducen la inflamación. Prioriza vegetales de raíz, semillas de lino molidas, frutas enteras, verduras de colores y fermentados. Suma antioxidantes como arándanos, cúrcuma, té verde, cacao puro y uvas negras. Los polifenoles reducen la neuroinflamación y mejoran tu tono emocional.
Movimiento diario: Tu cuerpo lo necesita, pero también tu sistema nervioso. Camina, haz ejercicios de fuerza suave o simplemente muévete con conciencia todos los días.
Incorpora fitoestrógenos: Alimentos como lino, semillas de sésamo o brotes aportan compuestos que ayudan a modular de forma natural los receptores estrogénicos. (Hola.com).
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